miércoles, 27 de mayo de 2009

Los extraños mueren todos los dias

Qué puedo darte yo
que el sol ni la luna
ni las mentiras ya te lo hayan dado?

Esta sensación es como una canción de miércoles,
tus caricias parecen fantasmas, 
es que todo ya se fue,
menos la distancia.

Y la rima está terca y aburrada,
atropellada y forzada,
como no queriendo dejar salir
todo el frío que hiela nuestras narices,
y congela momentos.

No recuerdo si fue en la cuarta caminata, 
que decidí caminarte y probarte,
explorar cada gesto,
y cada tiempo que tu cuerpo dejó atrás.

Las imágenes que tus palabras guardan, 
los paisajes oscuros de besos de pétalos,
los tres minutos que fueron reales,
y toda la eternidad que tuvimos que compartir.

Me rendí,
dulce y suavemente,
soy un instrumento, casi una marioneta
que responde a tus acciones.
No puedo renegar de los golpes de tus argumentos,
y de los lobos que me despedazan con cada palabra tuya.

No puedo quejarme de las noches largas,
llenas de disturbios cuando estoy en mi cama.

No puedo quejarme diciendo que vos me dejas sin nada que hacer.

No puedo quejarme de nada,
puesto que estoy cegado (y a gusto) de tu crepúsculo...

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