viernes, 31 de julio de 2009

Él está

Ella no sabía cuánto él la amaba,
la amaba tanto que la palabra quedaba chica
tanto que le hablaba hasta cuando dormía,
y luego cuando se despertaba por las mañanas.
Eso es amor, porque nadie desea hablar apenas se levanta,
pero él la amaba tanto que le hablaba y miraba.

Él la amaba tanto que la esperaba cuando ella llegaba tarde
cuando ella estaba con otros franceses de cuarta
besuqueándose a mas no poder,
él la amaba a pesar de las llagas que ella tenía en la boca,
labios sucios y encarnados, carne rosa probada por muchos,
pero de la cual solo él se creía dueño.
Entonces él la amaba tanto que se creía dueño incluso de lo que no lo era,
feliz y estúpido, feliz y vivo, él la amaba.

Esa mujer para él valía como una rosa para una viuda,
como una lluvia de estrellas para un desgraciado,
todo eso valía ella y por eso él la amaba,
o quizás por obsesión o por lástima,
o por el gusto de amar y nada más él la amaba.

Él la amó después de volarse los sesos,
se enteró que ella era una trola, y decidió seguir amándola,
a pesar de que su piel olía a perfume barato,
a pesar de que su cuello tenía olor a saliva
y sus piernas estaban aún calientes de algún macho anterior,
a pesar de todos estos delirios de vida,
él la amaba y por eso decidió matarse.
Ahora ya muerto y podrido él la ama más que antes
porque está en paz y está desinteresado y está amándola.

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