Los espíritus están en el lago,
revoloteando y creando.
Que bailan y se amontonan,
gritan y vuelan.
Nosotros acostados en nuestras camas,
escuchándolos,
casi temerosos,
casi solos...
Temblando y aun fría por salir de la cama,
revuelves entre las sedas,
entre las arrugas del cielo.
Y la encuentras,
tibia de haber sido usada en contra de otro amor.
Hoy no la usarás sino contra ellos,
y sabemos que ellos no mueren,
sino se fortalecen y escapan.
Me la entregas.
Qué puedo hacer yo, niño tardío,
con semejante atrocidad?
Es increíblemente pesada,
cargada de malos recuerdos y ausencia otoñal.
La edad tiende a agotarme,
el corazón que se quiere hacer pasar por ingenuo,
y nuestros paisajes que se desbordan.
Yo no debería estar con esto,
ni tampoco con este recuerdo.
Pero sin embargo salgo,
revoloteo,
bailo,
y grito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario